Cuando leas estas palabras, "La mano que escribe
sin tiempo", remontará en un barco el río de la vida. Es mi tardía búsqueda
del padre y la madre y tal vez de sus antepasados. Volaré con alas rugientes,
dejando estelas de humo blanco, marcando como migas de pan el camino para no
perderme al volver. Busco la historia de ayer, la que por azar me trajo a la
vida. El río de la historia que hizo al mundo bello e imperfecto, feo y
necesario para seguir soñando. Cuando me falten las fuerzas para seguir
volando, estará el barco esperando para orillar el río que remontándolo,
llegará al útero de la madre de la civilización. He de surcar mares, tal vez
embravecidos, tormentas que me inquietarán, cuando el barco quiebre olas y me
mezan entre ráfagas de viento y mar salada. Cuando calmen las aguas, seguiré
pensando en Alfa y Omega, en la cuna de una cultura que pasados siglos
seguiría estudiando en ella. Descendiente suyo, buscando su rastro y las
letras que quedaron entre un montón de piedras en el monte del olimpo, en el foro
de la civilización organizada. Tocar sus palabras que aún perduran en el aire,
escuchar su eco. Escala y posada me ha de dar Venecia. Si perdido me encuentro
en esta remontada, preguntaré a Marco Polo para que me enseñe el camino fácil
hacia Oriente. Las mejores corrientes me devolverán a la mar para seguir
remando en alta mar, hasta llegar a la Cecropia, en la Acrópolis. Me detendré
para preguntarle a Atenea, que pasó con todo aquello y si la democracia era
realmente como ahora. Lupa en mano miraré cada rincón del Partenón, seguro de
encontrar respuestas de ayer, para hoy y siempre.
Satisfecho de cuántas respuestas obtenga, la nave en
la que arribo río arriba, contemplaré sus islas, reductos de hijos de la paz y
de la guerra, reductos palaciegos de numerosos dioses. Creo que estos años que
han pasado han sido muy rápidos y olvidadizos. Ahora compartiendo mar y tierra
con Atenea, Dionisio, Pericles pediremos a Pitágoras, Sócrates, Platón y
Aristóteles que soplen al viento sus métodos, sus pensamientos y los mande a Occidente, que el mundo devora información a la misma velocidad que olvida
conocimiento. Si de ellos mamamos, cómo confesarnos tan inmaduros, en
este mundo inseguro.
Y así lo harán. Por fin sabremos de dónde venimos.
Será bueno para el mundo.
Presto el tiempo para volver, y contar cuanto estoy
viviendo, rio arriba el barco navega sin cesar en mar serena camino de la
leída Constantinopla, cuando la silueta del otoño que hoy ya vislumbro haya
llegado, con toda la nostalgia del ayer, a Bizancio ahora Estambul.
Constantinopla, Bizancio, Estambul...¡Cuánto os he
leído! La de historias en tus tierras y aguas, que se hermanan con Asia,
mirando desde el estrecho del Bósforo. Griegos, romanos, bizantinos y
otomanos hasta llegar a ser república laica turca, siendo la mayoría musulmana,
regasteis de mil y una historias la literatura, sembrado de vidas caídas, en tu
conquista.
Unos y otros nos contarán sus obras, reverenciaremos
sus mezquitas y volveremos a repasar la historia de otro origen de nuestras
vidas.
El cristianismo que se expandió de Belén hasta los
confines de la tierra, que diría Francisco. Ese cristianismo que tanto ha
tenido que ver en nuestras vidas. ¿Sería ser cristiano, igual que ahora? ¿Qué
recuerdos me trae Éfeso y la Capadocia?
Necesito certezas y respuestas a las preguntas que
llevo escritas. Este mundo incierto del que parto para remontar el rio de la
vida, me ha de devolver a él con preguntas resueltas, tal vez por mí mismo. Sé
que no habrá revelaciones ni ángel que se me aparezca, pero si me dará la
oportunidad de escuchar el eco del pasado que me trajo hasta la vida.
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