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domingo, 31 de agosto de 2014

El veraneo


Hace ya muchos años, los últimos días de agosto, eran días de baño en muchas familias del sur. No eran exactamente de veraneo y playa. El mar era algo muy lejano del que habíamos oído hablar. Mar de olivos plateados sin embargo, le llaman a Jaén, aunque es aceite, el líquido elemento de esa inmensidad. Puesto a buen recaudo el grano recogido de la tierra agradecida, como hormigas samaritanas, los campesinos y los niños aprendices, apilábamos en el pajar, el pasto merecido para los animales de labranza. Por estas fechas, hace ya muchos años, había llegado el final de la siega, la trilla, de aventar y guardar paja y grano, dejando la parva recogida y la era limpia. El veraneo del campesino y del niño aprendiz, había llegado, no tan largo como ahora. No más de un día y una noche, a las orillas del río Guadalquivir, que alcanzábamos en mulo o burra a dos horas de camino. En un remanso del río, aposentados entre chopos y álamos, en una improvisada comuna con techos de lona y suelos cubierto de mantas toscas y algún jergón para acomodar a los más pequeños, corrían niños y mayores a zambullir sus cuerpos en agua, aliviando los picores del polvo y la paja de aquellos días. 


Ahora que lo estoy recordando, me sonrío de aquel día en el río. Risas, juegos, ahogadillas y zambullidas.... Carcajadas, viendo como los bañadores de mujeres y hombres se inflaban como globos al entrar al río. Eran las enaguas y los calzoncillos, el traje de baño que teníamos. En el cine habíamos visto otros más bonitos, pero éstos nos hacían reírnos de nosotros mismos. La comida de nuestro veraneo también especial. El jamón del cochino que hasta esa fecha había estado colgado en la traviesa del techo en casa, era con destreza fileteado y con mil comentarios sobre su delicioso estado, iba quedando solo el hueso. Los chorizos guardados en la orza con aceite, las aceitunas como aperitivo y los tomates, con cebolla picada en una lebrillo, aderezados con sal, agua y aceite y la esencia de la "pipirrana" completaban un excelente menú, regado con vino de valdepeñas y gaseosa para los niños. Del postre, dábamos cuenta de los melocotones más grandes de la huerta, así como los mejores melones y sandías. Veraneo corto pero feliz, tan feliz que ha superado al olvido y sobrevivido más de cincuenta años en la memoria de las cosas bonitas. 
Sí, claro que habíamos oído hablar del veraneo. La radio hablaba de los famosos en la Concha de San Sebastián. Decían que los turistas venían a Benidorm y a Torremolinos. Pero esos sitios quedaban muy lejos. Tampoco entendía muy bien la moda, de irse a la playa a ponerse moreno. Si en mi pueblo hace mucho calor en verano y yo soy moreno, no veía la ocurrencia de irse a pasar más calor a una playa y ponerse negro. Uno tiende a ver el mundo, conforme se ve desde su pueblo y desde su edad. 
No sabía lo que habría de vivir después...Las mujeres siempre me parecieron cuidadas además de guapas. Los hombres más descuidados y despreocupados de nuestra estética. Suponía que esta idea era un valor universal e inmutable. Nunca se debe pontificar sobre nada, el mundo es cambio y todo termina girando al revés de lo de hace un rato. 


No podía yo imaginar que la estética y el culto al cuerpo fuera ahora el nuevo astro sobre el que gira una nueva filosofía, una nueva manera de vivir. Más me sorprende que sean las propias mujeres las que compitan en pasarelas de cotilleos por sacar el defectillo a la pata de gallo de la vecina. Bien es cierto que me resulta más agradable a la vista una chica cuidada que un señor barrigón y culibajo. Bien podríamos imitarlas un poco, aunque muchos jóvenes varones ya lo hacen. 
Creo que el culto al cuerpo y ese afán desmedido por imitar a unos modelos imposibles es en muchos casos obsesivo. Por lo que a mí respecta, algo descuidado yo sobre estos menesteres, desde hoy he decidido caminar más y echarme una cremita en la cara para suavizar estas arrugas que el sol de la playa ha acentuado, por no hablar de mi piel morena. 


He oído en la tele, que reincorporarse al trabajo después de las vacaciones puede producir, tristeza, depresión y otros síntomas de lo que denominan los expertos "trauma postvacacional". La pregunta era inevitable, aunque no ha salido de mi boca, sin embargo tengo la necesidad de escribirla, ¿Qué trauma es el que tiene el mundo? ¿De qué mundo hablaba la tele? Reír por no llorar. 
Seguiremos hablando de veraneo, pero en la próxima entrada. Que seáis felices hermanos y que os sea leve la vuelta al trabajo.

La nota de humor:

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